La estructura de su música y las letras que la acompañan son igualmente sencillas; pero muy llenas de emoción. He ahí la clave de su popularidad. Pero además, sus letras tocan una fibra muy sensitiva de la América Latina: la denuncia de la pobreza y de la injusticia social en la que viven las grandes masas. Sus palabras salen del corazón. Por eso su música tiene aún gran actualidad. Algunas de sus canciones ya están un poco desfasadas o son muy panfletarias; pero son las excepciones.
Su música nos acompañó a los salvadoreños en la Universidad “Nacional” y en la clandestina Radio Venceremos.
Muchos años después de eso tuvieron que pasar para escucharlos por primera vez en persona. En diciembre de 2008 vinieron a Sensuntepeque y El Salvador se encontraba ya en otro momento coyuntural histórico: en plena contienda electoral.
Fue bien emocionante escucharlos y confieso que derramé un par de lágrimas cuando escuché canciones como Los estudiantes, No basta rezar, Otra vez, Perdóneme tío Juan, etc. porque recordé que en los años ochenta, cuando la guerra recrudecía aquí en El Salvador, a Los Guaraguao los tenía que escuchar a escondidas y con bajo volumen porque existía el peligro de ser asesinado por los Escuadrones de la Muerte.
Afortunadamente ese nefasto período ya quedó en el pasado; aunque algunas de las razones que inspiraron sus canciones aún están tan latentes cómo hace 25 años.
Yo, por mi parte regresé a mi casa a dormir creyendo que el cambio es algo más que la alternancia de partidos políticos.
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