Esta fotografía fue tomada en el año 2006 y decidí llamarla VENTANA EN LLAMAS.

martes, 24 de marzo de 2009

FANATISMO


Un fanático es aquel que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento, creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas, es decir, un fanático es aquel que está preocupado o entusiasmado ciegamente por algo. Siempre he estado en contra de todo fanatismo negativo.

Ahora bien, hay algunas personas que se han obsesionado con empresas tan nobles y sinceras, que merecen nuestro aplauso y nuestra admiración, como es el caso de la labor que hizo Monseñor Romero hacia los más pobres y desamparados de El Salvador. O el caso del hindú Mahatma Gandhi, que luchó toda una vida para que el colonialismo inglés saliera de su patria.

Sin embargo, el fanatismo al cual me refiero y con el que no estoy de acuerdo es aquel fanatismo religioso o político que lo ve todo en blanco y negro, sin lograr ver la amplia y bella tonalidad de grises que hay entre estos dos polos. Estoy en contra del fanatismo que conduce a la intolerancia ciega, que provoca el odio entre miembros de la misma raza y cultura y que lleva a matar a hermano contra hermano y a enfrentar hijos contra padres. En los siglos pasados el fanatismo religioso llevó a la hoguera a todo aquel que no tuviera sus mismas creencias religiosas.. Pero todo eso ocurrió y se puede constatar a través de la historia de la humanidad, el ejemplo más recordable es el de la joven Juana de Arco, quien fue llevada a la hoguera por la misma Iglesia Católica a la que ella servía, debido a que manifestó poder comunicarse directamente con Dios y no por un sacerdote. Otro ejemplo de fanatismo ciego fue el asesinato de más de 6 millones de judíos por parte de los Nazis, durante la segunda guerra mundial, por creer que los primeros eran de una raza inferior.

Creer que sólo uno tiene la razón es una de las más estúpidas actitudes que podemos tener. La diversidad de la raza humana es tan grande. Hay tantas diferencias en el lenguaje, en el color de la piel, en los gustos y en las creencias religiosas y políticas. Y los salvadoreños, siendo tan parecidos unos a otros, también tenemos nuestras diferencias. La tolerancia hacia esas diferencias debe ser un bastión y un baluarte innegable para construir la paz en nuestra patria.

Prefiero a las personas que aceptan a las demás personas con sus diferencias y sus particularidades. Prefiero a las personas que son abiertas de su mente y se aceptan a sí mismas, sin dejar por eso de tratar de mejorar cada día.

El fanatismo religioso y político es una enfermedad que sólo destruye a nuestro querido El Salvador.


ÉRIKA VALENCIA y ÓSCAR PERDOMO LEÓN

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