Esta fotografía fue tomada en el año 2006 y decidí llamarla VENTANA EN LLAMAS.

jueves, 3 de septiembre de 2009

ÑIÑO Y PELUDO

I once had a girl

or should I say she once had me?

Lennon-McCartney

El primer gato que tuvimos con Érika fue un gato un poco salvaje y arisco que empezó a llegar a la casa en donde vivíamos. Olfateaba, observaba y rondaba fugazmente por la casa y luego desaparecía. Era un gato negro de ojos verdes, no tan viejo, pero que se le veía que había vivido lo suficiente para defenderse por sí mismo. Con los días se empezó a quedar por más tiempo y hasta aceptó, con desconfianza, un poco de comida durante el almuerzo. Después se volvió rutina y ley, y al mediodía maullaba pidiendo su comida. Entonces Érika se la llevaba y hasta un par de veces se dejó acariciar por ella. Las niñas se encariñaron con él y le pusieron de nombre “Ñiño” (con doble ñ).


Le gustaba jugar con la ropa tendida


En realidad ese gato no era nuestra mascota; se podría decir que él nos había escogido a nosotros y no viceversa. Sin embargo, llegamos a ponerle mucho cariño.


Luego ocurrió algo repentino y tuvimos que mudarnos de la casa. El día del traslado de las cosas intentamos agarrarlo; pero fue del todo imposible. Regresamos por la noche y lo encontramos echado en el suelo y solitario. Tratamos nuevamente de cogerlo, pero fue en vano; su naturaleza silvestre lo hacía huir. No lo volvimos a ver.

Unas semanas después, un amigo, nos regaló un pequeño gato que se asemejaba mucho al primero, era negro, pero éste era prácticamente un bebé. Se le puso de nombre “Peludo”. Lo alimentábamos y le enseñábamos donde defecar. Con los días fue creciendo y hasta empezó a realizar cacerías, por juego y también para alimentarse. Ya era parte de la familia.


En esos días la contienda electoral estaba hirviendo y a una de las niñas se le ocurrió ponerle al “Peludo” un brazalete rojo del FMLN como collar. Nos cayó en gracia la manera en como se veía el gato.

El felino a medida que iba creciendo se iba alejando cada vez más de la casa. A través de un árbol de aguacate que hay en la casa lograba alcanzar el techo, y así todos los techos de la manzana. Ya realizaba uno que otro viaje por el vecindario.


Un día Érika, las niñas y yo tuvimos que ir a San Salvador. Le dejamos al “Peludo” comida preparada y agua limpia para beber. Al regresar, emocionadas entraron las niñas a la casa llamándolo, pero el gato no salió a recibirnos, como siempre. Nuestra sorpresa fue que lo encontramos muerto en el patio de la casa. Por el olor y la espuma que tenía en la boca creemos que fue envenenado. Las niñas lloraron a moco tendido. Fue muy triste.


Déjenme decirles que llegamos a pensar que algún vecino había matado al pobre minino sólo por el hecho de andar con ese collar en el cuello. ¡El inocente y pobre gato! Sean cuales hayan sido las razones para envenenarlo, no las entiendo.


La intolerancia y la mezquindad de algunas personas contra los animales me hacen pensar a veces que los animales son superiores a los seres humanos.


Ya no hemos vuelto a tener gato desde entonces.


La verdad es que la sociedad salvadoreña está enferma de intolerancia y de violencia.


Texto y fotografías:

Óscar Perdomo León

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