Una noche de luz el fantástico Mundo le contó a
Sin embargo, esa hermosa noche no se percataron que
Aquella noche de luz,
Ante
El dios Verde escuchó atentamente su plegaria:
Librame, dios Verde, del resentimiento que nace en los pobres de corazón.
Librame, señor, del amor falaz que emana de lo material y no del espíritu.
Librame, señor, del falso sentido de responsabilidad que algunos seres humanos tenemos.
Librame, señor, de sentirme víctima cuando la victimaria he sido yo.
Librame de convertirme en traidora y traicionar a mis hijos, a mi madre y a mi esposo.
Librame, señor, de creer que vivir en una casa en zona de plusvalía (aunque alquilada) me hace una mejor persona.
Librame, señor, de sentir que “me sacrificó” cuando ayudo a mis hijos a hacer sus tareas.
Librame, señor, de quejarme por todo y luchar por nada.
Librame, señor, de hostigar al sereno de corazón, de ver de menos al traicionado, de creerme superior al menospreciar al que no vive como yo.
Librame, señor, de esta envidia, de estos celos, de pensar que soy la mejor.
Librame, señor, de lo mal hija, madre y esposa que fui o que soy.
Perdoname por haber traicionado y robado la felicidad de “mis seres amados”.
Perdoname por valorar más las posesiones materiales, por abonar en mi corazón la idea de que teniendo carro, casa y viajes, tendré más amistades y todos me querrán y admirarán más.
Perdoname, señor, por querer borrar todo rastro que denote que nací como la mayoría de personas: sin cuna de oro ni posesiones.
Perdoname por querer olvidar de donde vengo.
Perdoname por difamar al honrado y trabajador.
Perdoname porque envidio su felicidad y estabilidad –que pudo también ser la mía.
Perdoname porque hablo sin saber, porque me meto en la vida de otros sin fijarme en la mía propia.
Perdoname por el veneno, el perjurio y la alevosía con que le hablo a Mundo, tratando de herirle (y afirmo que disfruto haciéndolo). Confieso que lo hago porque el amor que Mundo le profesa a Luna me enloquece, mi alma de infeliz no soporta que ellos se amen.
Perdoname por todo el resentimiento y el gran sentimiento de superioridad (¿o inferioridad?) que mis huesos cargan.
Finalmente, ¡oh gran dios Verde!, permitime vivir como ellos que conquistan el día a día, se perdonan, discuten pero se reconcilian, lloran y ríen juntos, aman su trabajo y al anochecer duermen juntos y abrazados.
Al finalizar la plegaria, el dios Verde creyó en su suplica y le contestó:
-Perfidia, te escuché atentamente. Te puedo ayudar, pero para vivir como me lo pedís, debés encontrar la alegría en lo que hacés, gozar del aire y la lluvia, entender que nadie es igual a uno mismo. Debés escucharte con atención y perdonarte profundamente. Pedir perdón a los que has ofendido con tus palabras y actos, decir la verdad de tus acciones pasadas y aceptar que has fallado en tu vida. Si logras cumplir son esto, alcanzarás lo que pedís.
Esto fue demasiado para
Aunque el Mundo y
Texto:
Érika Mariana Valencia-Perdomo
Fotografía:
Óscar Perdomo León
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