Esta fotografía fue tomada en el año 2006 y decidí llamarla VENTANA EN LLAMAS.

domingo, 12 de julio de 2009

UNA NOCHE DE LUZ


Una noche de luz el fantástico Mundo le contó a la Luna una historia verdadera de traición y soberbia. Al terminar el relato ambos pensaron que no valía la pena volver a narrarlo, pues el relato sólo provocaba una mezcla de náuseas, lástima y desdén. Decidieron que esta historia no sería trasladada de generación en generación, para que de esa forma la Perfidia no llegara a los corazones de los seres humanos que aún creen en que la felicidad es tener al final del día la piel tibia de quien les ama, abrazándolos, haciendo lo que les gusta, admirando la belleza de la naturaleza y observando los detalles hermosos de la vida, amando al prójimo y no le dan la importancia que ella, la Perfidia, le da al dinero y a las apariencias.


Sin embargo, esa hermosa noche no se percataron que la Perfidia los observaba. Ella sabía todo de ellos, conocía cuánto se amaban y el mutuo apoyo y respeto que se profesaban. La Perfidia siempre trataba de provocar cismas en el Mundo, pero a pesar de todo su esfuerzo, sus conjuros y su veneno de cascabel fueron inútiles.


Aquella noche de luz, la Perfidia se dio cuenta que en la tierra del Mundo y la Luna, ella no podía entrar. Por un breve y efímero momento su odio cesó y le pidió a los dioses que le arrancaran lo falso, lo barato y lo tonto de su corazón de hiel.


Ante la Roca de la Verdad, se confesó.


El dios Verde escuchó atentamente su plegaria:


Librame, dios Verde, del resentimiento que nace en los pobres de corazón.

Librame, señor, del amor falaz que emana de lo material y no del espíritu.

Librame, señor, del falso sentido de responsabilidad que algunos seres humanos tenemos.

Librame, señor, de sentirme víctima cuando la victimaria he sido yo.

Librame de convertirme en traidora y traicionar a mis hijos, a mi madre y a mi esposo.

Librame, señor, de creer que vivir en una casa en zona de plusvalía (aunque alquilada) me hace una mejor persona.

Librame, señor, de sentir que “me sacrificó” cuando ayudo a mis hijos a hacer sus tareas.

Librame, señor, de quejarme por todo y luchar por nada.

Librame, señor, de hostigar al sereno de corazón, de ver de menos al traicionado, de creerme superior al menospreciar al que no vive como yo.

Librame, señor, de esta envidia, de estos celos, de pensar que soy la mejor.

Librame, señor, de lo mal hija, madre y esposa que fui o que soy.

Perdoname por haber traicionado y robado la felicidad de “mis seres amados”.

Perdoname por valorar más las posesiones materiales, por abonar en mi corazón la idea de que teniendo carro, casa y viajes, tendré más amistades y todos me querrán y admirarán más.

Perdoname, señor, por querer borrar todo rastro que denote que nací como la mayoría de personas: sin cuna de oro ni posesiones.

Perdoname por querer olvidar de donde vengo.

Perdoname por difamar al honrado y trabajador.

Perdoname porque envidio su felicidad y estabilidad –que pudo también ser la mía.

Perdoname porque hablo sin saber, porque me meto en la vida de otros sin fijarme en la mía propia.

Perdoname por el veneno, el perjurio y la alevosía con que le hablo a Mundo, tratando de herirle (y afirmo que disfruto haciéndolo). Confieso que lo hago porque el amor que Mundo le profesa a Luna me enloquece, mi alma de infeliz no soporta que ellos se amen.

Perdoname por todo el resentimiento y el gran sentimiento de superioridad (¿o inferioridad?) que mis huesos cargan.

Finalmente, ¡oh gran dios Verde!, permitime vivir como ellos que conquistan el día a día, se perdonan, discuten pero se reconcilian, lloran y ríen juntos, aman su trabajo y al anochecer duermen juntos y abrazados.


Al finalizar la plegaria, el dios Verde creyó en su suplica y le contestó:


-Perfidia, te escuché atentamente. Te puedo ayudar, pero para vivir como me lo pedís, debés encontrar la alegría en lo que hacés, gozar del aire y la lluvia, entender que nadie es igual a uno mismo. Debés escucharte con atención y perdonarte profundamente. Pedir perdón a los que has ofendido con tus palabras y actos, decir la verdad de tus acciones pasadas y aceptar que has fallado en tu vida. Si logras cumplir son esto, alcanzarás lo que pedís.


Esto fue demasiado para la Perfidia, quien estaba acostumbrada a conseguir las cosas con altivez. Así que decidió abandonar la idea de ser mejor y siguió su camino como siempre, sabedora que en la Tierra, siempre habrá personas a quienes logrará conquistar usando sus mentiras y su veneno.


Aunque el Mundo y la Luna saben que la Perfidia los espía y aborrece, ellos duermen, como siempre, tranquilamente abrazados.

Texto:

Érika Mariana Valencia-Perdomo

Fotografía:

Óscar Perdomo León

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